martes, 30 de noviembre de 2010

Traducción y traición.

Dudaba si colocar esta entrada en la Stoa o en el blog de la biblioteca, pero dado que la discusión ha surgido en la clase de griego, me he decidido a inscribirla en el "demos" en el que nació.
Acometemos estos días nuestros primeros versos de Homero e intentaba descubrir a mis discípulos (y sin embargo... ¿amigos?) el placer de traducir con los pies descalzos sintiendo, por vez primera, las texturas del suelo, el frescor de la hierba y también, ¡qué le vamos a hacer!, las piedrecillas sueltas o la arena abrasadora. Les decía que traducir no es solo transportar un argumento, es intentar recoger los colores, los olores, las sensaciones y los recuerdos que el texto no cuenta pero contiene, y llevarlos sanos y salvos a otra lengua, a otra playa. Les decía que traducir no es trasladar, es volver a crear la misma magia con otros elementos.
Y les ponía como ejemplo de traductor-mago a Julio Cortázar. ¡Y no lo conocían! ¡Oh LOGSE, deidad perniciosa! Así que, ni corta ni perezosa, me he enfrascado en describir la lengua fuida y deliciosa, el genio juguetón y delicadísimo, los ojos inmensos... y, por fin, me he atrevido a recomendarles que leyeran alguno de sus cuentos o las traducciones que, por ejemplo, hizo de las narraciones de Poe (uno que les sea ameno) y, en un acceso de locura incomprensible en mi habitual contención, les he animado a jugar a la Rayuela.
Para muestra basta un botón: pincha aquí para leer Los limpiadores de estrellas
De Homero a Cortázar es un viaje lleno de lugares por descubrir. ¿Vienes?
Nota: Si pinchas sobre la imagen se te abrirá una página completa sobre Cortázar con muchos textos disponibles incluso en su propia voz.

domingo, 21 de noviembre de 2010

El mensaje oculto de Tiresias

Aunque mis discípulos no escriben a la Stoa ni a tiros, sí me consta que lo siguen a distancia. Una cosa es pasear por los pórticos y otra participar en las conversaciones filosóficas, que diría Sócrates. Por eso, inasequible al desaliento, aquí propongo la segunda etapa del Viaje a los Infiernos. Venga, animaos a jugar, si es facilísimo...
El mesaje oculto de Tiresias
Enviad las respuestas como un comentario. Andad, que no me quiero morir con este capricho sin cumplir...

viernes, 5 de noviembre de 2010

ΘΕΜΙΣ, ΝΟΜΟΣ ΚΑΙ ΨΗΦΙΣΜΑ

Este asunto del orden en los apellidos me ha hecho pensar en algo, en algo griego (deformación profesional). Esta manía gubernamental de legislar sobre temas profundamente enraizados en las costumbres o en la idiosincrasia personal o colectiva (lo que comemos, lo que decimos, si fumamos o no...), nos trae a todos algo revueltos. En mi caso no tanto por si las intenciones o el resultado serán buenos o malos (no es este el lugar), sino porque creo que se están confundiendo términos que en griego eran diferentes y con motivos.
En primer lugar encontramos en griego el término θέμις, la ley natural, la voluntad divina, un concepto que en origen justifica la norma en la autoridad de los dioses o en las leyes intrínsecas de la Naturaleza. El papel del hombre es reconocerlas y formularlas pero no contradecirlas, modificarlas o condicionarlas.
En segundo lugar νόμος , la ley emanada de la costumbre, pulida por el paso de las generaciones, arraigada hasta el punto de que representa el modo de entender el mundo y enfrentarse a él. Por supuesto no está libre de errores y desviaciones, hay costumbres bárbaras incluso en las civilizaciones más avanzadas. Las νόμοι pueden cambiarse pero, por su propia naturaleza, sólo el paso del tiempo y la modificación profunda de la sociedad consigue hacerlo, porque necesitan del convencimiento y la implicación profunda del sujeto y de la colectividad.
Por último, frente ellas, están los ψηφίσματα, los decretos elaborados por la asamblea, el consejo, los arcontes... llámalo parlamento o gobieno. La autoridad proviene de la mayoría autorizada que los vota, pueden variar según varían los criterios de los votantes, las épocas o los intereses dominantes.
La interrelación entre unas "leyes" y otras es complicada y sutil. Son peldaños en una escalera, a veces una escalera de mármol y otras una frágil escala de cuerda. ¿Puede una norma, por mucha mayoría que la sustente, modificar una costumbre arraigada? Puede intentarlo. El riesgo es que cuando un ψήφισμα (decreto de la mayoría) obstaculiza el modo de vivir de los ciudadanos, sus νόμοι, la gente siente vulnerada su libertad y la democracia se sustenta precísamente en esa misma libertad.
El asunto se vuelve mucho más espinoso si las leyes entran en oposición con Θέμις, nombre que servía también, en una de esas deificaciones tan típicas en Grecia, nada menos que para la Justicia.
Interesante, ¿verdad?